martes, 9 de abril de 2013

Ajna

La suavidad de un pétalo
no cabe en  las manos de nadie,
ni sometido a su candencia,
podemos poseer su néctar.

De la flor que le acompaña
quedan restos marchitos,
arrugados y sin vida, aparentan
que la noche venció al mañana.

Junto al mar los pétalos vuelan
emanando la esencia  que un día
querrás recordar y no puedas…
En vano,
otro pétalo más arrastra su vida.

Muerte, ¿para qué?
Vida, ¿para qué?
Guarda tus flores...
Guarda tus flores...