La suavidad de un pétalo
no cabe en las manos de nadie,
ni sometido a su candencia,
podemos poseer su néctar.
De la flor que le acompaña
quedan restos marchitos,
arrugados y sin vida, aparentan
que la noche venció al mañana.
Junto al mar los pétalos vuelan
emanando la esencia que un día
querrás recordar y no puedas…
En vano,
otro pétalo más arrastra su vida.
Muerte, ¿para qué?
Vida, ¿para qué?
Guarda tus flores...
Guarda tus flores...
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