Este soy Yo,
sin velos, sin censuras
aquel que disfrutaba
con sufrir mi garganta entre tus manos;
aquel que, sin anhelo,
vivió el Paraíso en el Averno.
Y sedar mis sentidos y consciencia
fueron para mi la bendición de Efeso;
fluyendo, sudor y sangre,
bajo tu cuerpo, inseparables.
Este soy Yo,
navegando hoy día
sin brújula, sin guías,
sólo el desazón del cielo,
todo Uno, ahora,
dándole nueva voz a la agonía.
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